La belleza...
Como decía Aute, entre la ironía y la felonía, prefiero la belleza. Es el motor de la esperanza del ser humano. A lo largo de nuestra vida, tenemos tres caminos: el de la perversión, el de la madurez... y el intermedio, que trata de saltar de un lado al otro, sin caer en fanatismos personales, madurando a la par que dejandose llevar por algún que otro vicio...
Pero es la belleza natural, la de un árbol meciéndose al viento en primavera, o la de una rama quebrada en un paisaaje nevado; la que sirve de inspiración a genios y artistas para seguir creyendo en el ser humnao, y así seguir luchando por mejorarlo. Y digo la belleza, no como esas chicas que están bien buenas, sino esa chispa que las diferencia, esa mirada perdida, ese bosquejo de sonrisa... o ese gesto inocente que rompe la imágen con cierta candidez. La belleza de la naturalez, la del ser humano que se evade de los problemas. Esa belleza que de repente encontramos en los ojos de alguien de 80 años, mirando su pasado a través del cielo.
Cuando vivir deja de ser una tarea de nuestra agenda, y se convierte en la posibilidad de disfrutar el paso del tiempo... entonces vemos a la belleza en su estado natural. Todo aquello que mágicamente tiene vida propia o lo parece. Nunca entenderemos el destino del ser humano, hasta que no entnedamos la importancia de disfrutar un segundo de belleza, de magia.
La belleza... no es sinónimo de hermosura, ni de pulcritud, ni de asepsia. Es sinónimo de alma y espíritu. La metafísica de la vida que se alía con la parte material de la misma.
Si el pesimismo es provocado por la naturaleza depredadora del ser humano, el optimismo nace del interior de las personas, allí donde todavía no ha llegado el duro golpe de la realidad. Todos tenemos uno de estos huecos, solo hay que saber buscar.
Pero es la belleza natural, la de un árbol meciéndose al viento en primavera, o la de una rama quebrada en un paisaaje nevado; la que sirve de inspiración a genios y artistas para seguir creyendo en el ser humnao, y así seguir luchando por mejorarlo. Y digo la belleza, no como esas chicas que están bien buenas, sino esa chispa que las diferencia, esa mirada perdida, ese bosquejo de sonrisa... o ese gesto inocente que rompe la imágen con cierta candidez. La belleza de la naturalez, la del ser humano que se evade de los problemas. Esa belleza que de repente encontramos en los ojos de alguien de 80 años, mirando su pasado a través del cielo.
Cuando vivir deja de ser una tarea de nuestra agenda, y se convierte en la posibilidad de disfrutar el paso del tiempo... entonces vemos a la belleza en su estado natural. Todo aquello que mágicamente tiene vida propia o lo parece. Nunca entenderemos el destino del ser humano, hasta que no entnedamos la importancia de disfrutar un segundo de belleza, de magia.
La belleza... no es sinónimo de hermosura, ni de pulcritud, ni de asepsia. Es sinónimo de alma y espíritu. La metafísica de la vida que se alía con la parte material de la misma.
Si el pesimismo es provocado por la naturaleza depredadora del ser humano, el optimismo nace del interior de las personas, allí donde todavía no ha llegado el duro golpe de la realidad. Todos tenemos uno de estos huecos, solo hay que saber buscar.