sábado, 17 de enero de 2009

La verdad ufana


Eramos pequeños cuando la verdad era el único camino para crecer. Nadie con dos años se permitía el lujo de mentir; era una afrenta, una ignominia, algo muy feo para el entorno social. A esa edad solo se podían decir verdades, los mentirosos eran automáticamente marginados, apartados del grupo. Recuerdo esos momentos, y veo ahora la realidad de un mundo podrido que fermenta sus propias calumnias, resoplando ciego de ignorancia. Cuando eres pequeño solo eres capaz de decir lo que ves, para bien o para mal. El que es feo es feo, el guapo, guapo, y el gordo, gordo. La creencia en seres fantásticos rezuma de cierta inocencia. Creemos en ellos porque nos lo dicen nuestros padres, faro de nuestros primeros años de vida.

Sin embargo, siempre mantenemos la esperanza de ver, descubrir a ese ratón o a esos magos nocturnos. La inocencia infantil mantiene un criterio único capaz de ver la verdad por encima de mitos y leyendas. Esa lógica infantil es la que permitió ver al niño la desnudez del emperador, que no llevaba el traje invisible que le habían vendido los mercaderes.

Una vez crecemos, perdemos esa inteligencia innata, propia de un ser desarrollado, y la sustituimos por la propia de un animal enjaulado, destinado a auto engañarse perpetuamente para poder sobrevivir en una sociedad inventada, que oculta la verdadera imagen del espejo. Queremos ser engañados una y otra vez. El sistema económico se ido al garete, y ha quedado al descubierto la estafa piramidal que conformaba... y sin embargo queremos más. Estamos esperando que los señores de gris no cuenten otra mentira que la sustituya, para poder abrazarla, para poder seguir diciéndonos mentiras frente al espejo. Somos esclavos de una debilidad mental que nos impide ver la realidad. Vamos intelectualmente desnudos por la vida, al igual que el emperador. Nos han vendido una sociedad que no satisface la inteligencia de un niño de dos años, por eso tenemos que madurar una personalidad de subsistencia en un mundo artificial.

Sin embargo, todo tiene una parte positiva. Hay ocasiones, hay personas y hay esperanza. La verdad siempre es arrogante, pero siempre da oportunidades. Podemos elegir la forma de pensar y qué hacer con ese tiempo muerto que nos dejan entre las jornadas laborales diarias. Podemos leer, viajar, compartir el tiempo con los demás... Nadie puede zafarse de la vida que teje a su alrededor. Una vez se deciden las mentiras personales, cada uno intenta mantenerlas lo mejor que puede. Creo que podemos ir cambiando mentiras por verdades. Es difícil, pero más duro es despertar un día cualquiera y lamentarse por no haber sabido ser fiel a uno mismo, cayendo en el agujero del olvido vital. No podemos renunciar a vivir la vida como mejor sepamos, pero siempre, siempre debemos intentar respetar nuestras verdades. Decidan ustedes un par de mentiras, de esas que se dicen todos los días en el espejo, e intenten cambiarlas por verdades, una o dos al mes bastan... para ser fieles a sí mismos.

Al final de la vida la verdad ufana te golpea en la conciencia, y lo que vimos en la infancia lo revivimos en la vejez, todo lo demás fue un pasatiempo. No lo permitamos. Seamos capaces de ir un poco más lejos de lo marcado por la sociedad, lleguemos al menos hasta nuestro interior.

Y sí, señor Scabbia, es por ella; esa es la verdad.

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Por: binfer. Leer los 4 Comentarios Deja tu opinión

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